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Termina el año y seguro que ya estás pensando en organizar las fiestas y en hacer una lista de propósitos para el 2018. Te confieso que casi nunca lo hago, pero este año tengo proyectos en mente y ya están apuntados en mi bullet journal: quiero hacer algunos cambios en el blog, ofrecer servicios, un curso para el blog y publicar otra novela de fantasía juvenil.

Estoy segura de que uno de tus propósitos del año nuevo estará relacionado con la escritura, ¿verdad? Escribes por diferentes motivos, pero ¿te has preguntado alguna vez para quién escribes?

Hace unos días estuve en un encuentro con la escritora de ficción histórica Nerea Riesco. Tuve la suerte de poder presentarla y estar sentada a su lado, aprendiendo de su experiencia. Una de las preguntas que le hicieron fue «para quién escribía». Respondió que para ella escribir era un acto comunicativo y que lo hacía para que otros la leyeran. Añadió que probablemente no escribiría si supiera que nadie iba a leer sus novelas.

Su comentario me hizo reflexionar acerca de las diferentes motivaciones que tienen los escritores cuando se sientan delante de una hoja en blanco y deciden rellenarla con palabras.

ESCRIBIR PARA UNO MISMO

Hace unas semanas, en una presentación de Lumen, me preguntaron algo similar a lo de Nerea Riesco. Recuerdo que dije que siempre escribo porque no puedo vivir sin hacerlo, pero también para que lo lean otros. Me llevó algunos años entenderlo, pero para mí no tendría mucho sentido que mi novela o mis relatos se quedaran escondidos en una carpeta de mi ordenador o en un cajón del escritorio.

Entre los asistentes, hubo una mujer que no estuvo de acuerdo conmigo. Me dijo que ella escribía como terapia y que no tenía la necesidad de compartirlo con nadie. Incluso refirió que cuando murió su padre le escribió muchas cartas donde explicaba cómo se sentía y eso la ayudó a superar la pérdida. Supongo que esas cartas no las compartió con nadie.

Hay mucha gente que utiliza la escritura como terapia, ya que lo necesita para liberarse de cargas, de sus emociones o sentimientos, igual que si se las contara a alguien. Para eso también van muy bien los diarios, ¿verdad? Es una buena forma de liberarse, pero yo creo que no tiene nada que ver con ser escritor en sí, sobre todo cuando quieres tomártelo en serio y convertirlo en tu modo de vida.

CUANDO QUIERES ESCRIBIR, PERO TIENES DUDAS

Tal vez no eres de los que guardan celosamente sus creaciones, pero a lo mejor has escrito algo y no tienes claro si quieres mostrarlo o no. Conozco a personas que tienen una novela en su cabeza pero nunca la escribieron por temor al rechazo; otros que las han escrito pero jamás las mostraron por su inseguridad. Puede que sea por personalidad, pero también nos influyen factores como la vergüenza, el temor al fracaso o al qué dirán. De hecho, publicar tu novela y esperar las primeras valoraciones es un momento de mucha tensión para el autor.

Esto me hace pensar en una experiencia que fue importante para mí y que me hizo alejarme de la escritura durante mucho tiempo en un momento crucial. Recuerdo que cuando estaba en el colegio, me encantaba escribir. Yo era una ávida lectora, de esas que leía de madrugada, pero a la vez se me ocurrían muchas historias que quería contar. Sin embargo, solo escribía a escondidas y la mayoría de las veces en un diario.

Cuando me di cuenta de que quería compartir mis escritos, decidí que era el momento de dejar de lado el diario e intentar escribir como tanto quería. Así que me propuse participar en el periódico escolar. Tendría unos once o doce años. En ese entonces, se encargaba de él un maestro muy simpático, de esos que le cae bien a todo el mundo y del que se había enamorado la mitad de mis amigas. Le pedí participar con mis escritos y me preguntó: «¿por qué quieres estar aquí? ¿no te interesa otra cosa?».

La sensación que me dio era de que lo estaba molestando. Le dije que quería escribir algunos cuentos cortos, pero me dijo que no podía participar porque ya había otras personas que lo estaban haciendo, en concreto una chica a la que tenía en alta estima. Fue como una bofetada. En ese instante viví la típica escena de película americana donde la rubia animadora ya tenía el puesto deseado y me vacilaba mientras su pelo largo se mecía al viento.

Como ya te imaginarás, me decepcioné mucho, pero no tanto por su respuesta, sino porque yo me había esforzado por vencer mi timidez para nada. Ese maestro no me dio la oportunidad de mejorar ni sacar lo mejor de mí. (Hay que destacar que, en esa época, no había internet, ni blogs, ni ningún sitio donde poder escribir como hay ahora, claro). Supongo que me vio la cara de decepción y me dijo que podía ayudar con otras cosas como imágenes o algo para tenerme entretenida y que no diera problemas. Por supuesto, nunca me dejó escribir nada.

El resultado de esto fue que pensé que yo no servía para la escritura, no era la «rubia animadora», sino la chica mediocre que mejor se dedicaba a otra cosa. No podía competir con ella, así que tomé la vía fácil y dejé de escribir.

Hasta mucho tiempo después no entendí lo que me estaba diciendo esta experiencia. Su rechazo era una prueba de valor: debía haber seguido adelante a toda costa. Tal vez no en su periódico, pero sí en otros lugares. Además, él no era nadie para decidir lo que yo podía o no hacer. Por eso, seguí escribiendo y seguiré haciéndolo siempre.

SI QUIERES QUE TE LEAN

Cuando alguien quiere que lo lean, hay señales. No importa si es novela o relato, si vas a escribir un fanfic, quieres publicar en una revista o participas en wattpad. De hecho, pasé muchos años escribiendo fanfics de anime/manga que compartía en internet bajo seudónimo.

El escritor que quiere que lo lean piensa en el lector. Se esfuerza por crear una historia interesante donde todo está bien cuidado. Intenta repartir los capítulos de modo que al final haya un buen cliffhanger, es decir, que deja con la intriga con algo impactante para que den ganas de seguir leyendo. Presenta de una forma a los personajes; empieza desde una escena en vez de desde la otra; va mostrando la información que quiere y cuándo la quiere, y se guarda muchos as en la manga… Todas estas señales indican que un escritor está cuidando su texto para atrapar al lector en sus redes y disfruta con esa idea cuando escribe.

Si te has apuntado a un taller de escritura, si quieres mejorar en la corrección, si aprendes técnicas o lees tutoriales, si te esfuerzas cada día porque el resultado sea mejor, tus creaciones no deberían guardarse en una carpeta del ordenador. Escribes par que otros te lean.

Por eso, sé tú mismo cuando escribas, sin importar qué dirán otros o si te rechazan. Ocurrirá, ya que no puedes gustarle a todo el mundo, y duele mucho recibir una crítica negativa, lo sé. Pero de ellas también se aprende, sobre todo si son constructivas. Te ayudarán a no cometer los mismos errores en el futuro y te harán mejorar.

También habrá una parte positiva: tendrás lectores a los que les gustará lo que haces, que pedirán otra historia y te comentarán qué fue lo que más les apasionó. Vivir esa experiencia es casi tan impresionante como ver tu libro por fin en papel y tenerlo en las manos.

Cuando estaba escribiendo Lumen, no pensaba en cuántas ventas iba a tener ni en si sería famosa. No. Cada vez que iba a la biblioteca me decía: «¿veré aquí mi libro algún día?». Tener mi novela en la estantería, al alcance de cualquiera, ya era todo un logro, porque yo escribía para que otros lo leyeran.

Si quieres contar una historia, cuéntala, sin importar si la dejas escondida o no en una carpeta de tu ordenador. Lo importante es que escribas. Siempre.

¿Y tú qué tipo de escritor eres? ¿Muestras tus textos o te los guardas para ti? ¿Has vivido alguna experiencia reveladora? Cuéntamelo todo en los comentarios.

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Correctora, maquetadora, mentora y formadora de escritores. Autora de manuales de escritura y novela juvenil. Ayudo a escritores a mejorar y pulir sus textos, y a dejarlos listos para publicar. Les enseño cómo revisar sus libros y todos los secretos de la autopublicación.
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