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Hasta hace poco tiempo, yo era una escritora de brújula, es decir, que se me ocurría una idea y me lanzaba a escribir con solo algunos datos relevantes de la historia. Poco a poco, iba conociendo a los personajes y se me iban ocurriendo ideas que mejoraban ese manuscrito, dándole forma. Pensaba que planificar mis escritos y tenerlo todo apuntado mataba la creatividad, y que así no podría crear buenas historias. Me equivocaba.

Tras algunos años de aprendizaje, descubrí que muchos de los errores que había cometido con mis textos se debían a la falta de planificación previa. Eso me llevó a tardar mucho tiempo en publicar mi primera novela, abandonar algunas por el camino y tardar eternidades en terminar otras.

En este artículo te hablo sobre esos errores, pero también de mi experiencia, de mis fracasos como escritora. ¿Quieres conocerlos?

1. EL TEXTO ETERNO

Aunque tengas tu historia planificada, no sabrás cuántas páginas va a tener tu novela, porque sería imposible, pero sí puedes hacerte una idea de la extensión y de hasta dónde vas a contar. En una novela que surge sobre la marcha puedes encontrarte con que sea interminable, y eso puede agotarte mentalmente.

Hace ya unos cuantos años, antes de publicar mi primera novela, escribí una distopía futurista. La idea original surgió del tema de un virus y no sé qué historias que me inventé (no eran zombies, no). El caso fue que empecé con los personajes y con más o menos el planteamiento, pero la historia era muy abierta y me venían más y más ideas. En ese entonces, yo era de escribir en Word. Tras más de seiscientas páginas en que daba vueltas y alargaba una historia sin fin, me agoté y decidí que ya era hora de que tuviera un final. Llevaba más de dos años escribiendo, así que decidí terminarla de buenas a primeras, con un final abrupto que dejaba la historia abierta.

Si la leyera ahora, vería muchos fallos de argumento y de estructuración, entre otros, claro. Cerraba algunas tramas como romances e incógnitas resueltas, pero en otros asuntos todo era muy flojo y fallaba la historia por todos lados. Si tuviera que reescribirla ahora, lo haría, porque habría partes aprovechables y los personajes me gustaban, pero lo que es la historia, necesitaría mil cambios.

No sentí que hubiera perdido el tiempo, porque practiqué mucho en mi escritura diaria y aprendí, pero todo habría sido diferente si yo hubiera creado un esqueleto previo. Tal vez hasta la habría publicado hace ya años.

2. REESCRITURA

Al finalizar cualquier texto es necesario revisarlo y reescribir algunas partes. Hasta ahí es un proceso normal en cualquier historia. El problema surge cuando te lanzas a escribir una novela sin haber organizado nada y descubres más adelante que los personajes que has elegido no encajan con la historia, que no te conviene que actúen de determinada manera ni incluir unos diálogos en una escena concreta. Si quieres defender a muerte tu historia y no abandonarla en el cajón, te toca reescribir.

Esta situación es muy común y he hablado con otras personas a las que les ha pasado lo mismo. No te imaginas el esfuerzo que supone tener que reescribir una novela al completo. No te hablo de añadir o mejorar algunas escenas, sino de escribirla entera. Me sucedió hace poco, de hecho en una novela en la que estoy trabajando ahora. La tenía ya lista pero, al leerla, me di cuenta de que no me gustaba nada lo que había planteado, algunas personalidades no encajaban y los hechos los había mostrado de manera que no me convencía.

La solución fue crear una escaleta con lo que sabía, con los personajes que ya conocía, y darle forma de manera que tuviera coherencia. Eso me llevó a perder muchos más meses de mi vida en reescribir algo que podría haber dejado bien desde el principio. Sobre todo, porque escenas que yo creía aprovechables en realidad no me servían. Al juntarlas con el texto nuevo, parecía que eran parches cosidos en una ropa medio rota. Mi propia evolución como escritora las desechaba por el simple hecho de considerarlas inferiores a los conocimientos que tenía ahora y no cuadraban en el estilo que tenía tras meses de aprendizaje.

3. PÉRDIDA DE TIEMPO

Este punto está en parte relacionado con el anterior, aunque no se trata de toda la novela. La sensación de pérdida de tiempo que surge al crear escenas que crees que irán bien y luego te das cuenta de que no sirven puede llegar a frustrarte.

No sé si a ti te pasa, pero yo tengo un tiempo limitado para dedicarlo a la escritura. Suele ser temprano, la mayoría de las veces a las seis de la mañana, a no ser que surja algún imprevisto o vaya muy apurada con el trabajo. Es el momento más relajante del día, cuando estás fresca y nadie te molesta, incluso cuando no has consultado correos o el Whatsapp ni tu mente está bullendo con «asuntos que resolver». Así que, fastidiar esos momentos con escenas escritas para luego borrarlas hace que a veces llegues a plantearte qué estás haciendo con tu novela, incluso puede llevarte al bloqueo. Tener el camino marcado es más sencillo y fructífero.

Yo suelo consultar mi libreta con los datos anotados, ver la idea general y luego dejar que la imaginación fluya en base a lo que sé. Por supuesto, planificar no significa que tengas todo anotado con pelos y señales. Puede que luego surjan ideas nuevas. Ni tampoco que te vaya a salir genial a la primera. Escribe consciente de que lo que tendrás en tus manos al acabar será un borrador.

4. CALLEJÓN SIN SALIDA

Este es uno de los problemas que puede llevar a abandonar una novela. Al escribir a lo loco, sin un destino en mente, puede que tomes decisiones de las que luego no sepas cómo salir. La forma más sencilla es volver atrás y borrar hasta el momento donde desviaste la trama. Si eso sucede en el capítulo anterior, no importará mucho, pero si la elección importante está al principio de la novela y llevas más de la mitad, habrás hecho un montón de trabajo en vano.

Hace algunos años, tras escribir «Lumen» y cuando estaba pensando en cómo publicarla, decidí crear una novela juvenil ambientada en un mundo de fantasía. Tenía más o menos la idea y al personaje principal, pero el resto era a lo que diera la imaginación. De eso me sobra, la verdad, pero me suelo emocionar y creo sin parar. Como se ve que no había aprendido mucho de la experiencia con la distopía, tropecé en la misma piedra, por supuesto. Me lancé a escribir sin parar, motivada, con las ideas claras de que esta vez no me equivocaría.

Tras páginas y páginas, fue surgiendo una historia que me gustaba, que yo iba descubriendo a la vez que la creaba. No sé si te ha pasado alguna vez, pero la sensación es gratificante, como cuando lees un libro que te encanta. El problema fue que llegué a un punto en que había metido a personajes y situaciones que crearon un lío tremendo en la historia. El final y el destino lo tenía más o menos claro, pero todo lo que había pasado en medio hizo que no supiera cómo seguir, cómo llegar a ese final que tenía pensado. Como consecuencia, abandoné la novela con unas doscientas cincuenta páginas escritas. Mi idea era dejarla reposar y retomarla algún día, planificándola y reescribiéndola, claro. Pero ahí sigue, viéndolas venir.

5. EL NARRADOR MÁS ADECUADO

Aunque no lo parezca, la elección del narrador es importante. Es uno de esos aspectos que hay que organizar previamente. Una vez que sepas qué historia quieres contar, tendrás que ver cómo hacerlo y elegir a los personajes adecuados. Por ejemplo, si tu novela va a contar las andanzas de un chico que tiene que enfrentarse a dragones para ganarse la vida y que él es el que va a contarlo todo, más te vale que escribas en primera persona y que el chico que elijas sea como mínimo valiente. Le pondrás más rasgos y detalles, por supuesto, pero la idea general la tienes que tener. No te valdrá usar un narrador que salte de cabeza en cabeza, mostrando las emociones y pensamientos de gente que no interesa.

Este fue un error que cometí con otra novela (sí, esto es un no acabar). Cuando la tenía casi toda escrita desde el punto de vista de la protagonista, me di cuenta de que había escenas que no podría mostrar si ella no estaba delante. Con lo cual, tuve que adaptarlas para que al final de la novela no se cambiara el punto de vista a otro personaje, algo que chocaría si no había sucedido antes. Tuve que aguantarme y buscarme la vida de manera que ella pudiera estar en esas escenas, de forma coherente, claro.

Conocer más o menos las escenas y saber quién las va a protagonizar te hará plantearte cuál es el mejor narrador para tu historia y los puntos de vista más adecuados a ella.

6. LA FORMA DE PLANTEAR LOS HECHOS

Cuando sabes qué situaciones ocurren en tu historia, puedes decidir cuándo presentar determinada información o hasta dónde decir en escenas concretas. También la forma en que acabarás los capítulos, dónde harás el corte para dejar intriga en el lector y otros tantos aspectos que solo podrías conocer, si tienes la novela planteada.

Si no es así, seguramente te encuentres con que repites información, tengas que volver a retocar una escena que ya habías creado, incluso que algunas de esas escenas no encajen bien las unas con las otras. Si no lo has creado con cabeza, con la mejor estructura para tu historia, puede que los hechos estén mal enlazados y dé la sensación de que se compone de una escena seguida de otra, pero sin una conexión del todo real.

7. BLOQUEO

Actualmente sufro más bloqueos por estrés y otro tipo de asuntos de «la cruda realidad de la vida adulta» que no tienen tanto que ver con la historia que estoy creando en sí, pero he pasado por momentos en que me he quedado sin saber qué escribir. Descubrí que se debía a la unión de todos los puntos anteriores o a algunos de ellos en determinadas épocas.

Hay muchas formas de bloqueo del escritor, por supuesto, pero una de ellas está relacionada con la escritura en sí, con esa rutina que se crea al saber qué es lo que vas a escribir. Yo tenía un truco para superarlo, que era apuntar lo que tenía que escribir al día siguiente al final del texto que acababa de terminar. Así no tenía que releer todo lo escrito y así superé el Nanowrimo en 2017. El problema viene cuando a veces no sabes cómo seguir o te das cuenta de que la opción que estás eligiendo no es la que más te conviene.

Sufrir ese tipo de situaciones de manera constante puede llevarte al bloqueo total, incluso llegar al punto de pensar en que no sirves para escribir o que no tiene sentido seguir con tu novela. Yo me he visto en muchas de esas y he estado a punto de tirar la toalla, sobre todo cuando veía que escribir suponía una auténtica pérdida de tiempo que no me llevaba a nada. ¿Qué me hizo seguir adelante? Además de mi desbordante imaginación, que solo quiere inventar cosas, y de lo feliz que me hace escribir, fue descubrir nuevas opciones, alternativas que podían hacerme la vida más fácil. Una de ellas fue la planificación.

En este artículo, quería compartir contigo mi experiencia, parte de lo que he vivido tras años escribiendo. Si mi aprendizaje te sirve para evitarte muchos problemas, me alegra que así sea. Ojalá alguien me hubiera abierto los ojos hace tiempo sobre la importancia de la planificación.

¿Sueles planificar tus escritos? ¿Eres escritor de brújula o de mapa? ¿Qué experiencias has tenido con la planificación? Cuéntamelo en los comentarios.

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Correctora, maquetadora, mentora y formadora de escritores. Autora de manuales de escritura y novela juvenil. Ayudo a escritores a mejorar y pulir sus textos, y a dejarlos listos para publicar. Les enseño cómo revisar sus libros y todos los secretos de la autopublicación.
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